The Void of Sauron
“Ash Nazg durbatulûk, ash Nazg gimbatul, ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul”. Desde luego, si habéis entendido esta frase o si sencillamente habéis captado la referencia, debo felicitaros, pues sois unos freaks comme il faut. El contenido es importante, pero en este caso, también lo es el idioma. Si hubiera empezado el párrafo utilizando el castellano todos habríais pensado, ah, Sergio, ya sé de qué nos quieres hablar. Empezar con la frase “Un Anillo para gobernarlos a todos…” hubiera significado echaros dos litros de Tolkien y media tonelada de El Señor de los Anillos a la cara. Otra cosa es utilizar la lengua negra de Mordor, aquélla que ni siquiera debería pronunciarse en voz alta, como señala el propio Gandalf. Ahí radica la diferencia. Los primeros pensarán: Frodo. Los segundos sabrán: Sauron.
Los que me conocéis ya sabréis de sobra que siempre me alineo con los malvados de las películas o de cualquier historia de ficción que se precie –siempre y cuando el antagonista tenga cierto nivel intelectual, por supuesto, no me sirven los estafermos cuyo único objetivo en el metraje o novela es reforzar la gloria del héroe-. De haber nacido en el universo de Star Wars, no dudéis ni un minuto que hubiera abrazado con amor al Imperio Galáctico, abominando a esos rebeldes que se atrevían a desafiar al Emperador y a Darth Vader. Y en los Vengadores, por el amor de Thanos, ¿cómo puedo votar a este antagonista para que nos gobierne? De todos ellos, sin embargo, hay un antagonista malvado en particular que siempre me ha seducido sobremanera: Sauron.
Así que, en su honor, imaginé cómo sería hacer una sesión hardcore en el Vacío Intemporal. Allí me acompañaría Melkor, cargado de cadenas y con los pies cercenados, asintiendo con satisfacción cada bombo con caída distorsionada que reberberara en los altavoces. Allí disfrutaría sin reservas el Rey Brujo de Angmar, y proferiría agudos y estridentes alaridos cada vez que sonara una siniestra melodía. Los trolls servirían licores venenosos para humanos y elfos, pero cargados de refrescante energía oscura para orcos y Uruk-hai, que bailarían simiescamente como si no quedaran reinos que conquistar. Algún orco haría de perdonavidas de discoteca, personaje imprescindible en cualquier sala de baile, apoyando la espalda en la barra con los brazos cruzados y rostro reprobador; situación en la que se mantendría hasta generar una trifulca que acabaría, como se espera, con un mínimo cinco muertos. La araña Ungoliant se erigiría como lightjockey de la fiesta en el Vacío, utilizando para tal objeto la sagrada luz que en su momento extrajo de Telperion y Laurelin, los dos árboles de Valinor. Y Sauron, por supuesto, me acompañaría en todo momento como anfitrión. Recibiría energía suficiente para arrasar Minas Tirith con un solo guiño de su gran ojo.
Y así me hallé yo, inmerso en estas ensoñaciones, cuando decidí pasar de las ideas a los hechos. “There’is no life in the void… only death”. Así debía empezar. En el Vacío Intemporal. Y el hardcore que ha moldeado mi vida se abrió camino a través de la tabla de mezclas; no se trataba de cualquier tipo de música, sino aquellas canciones que me hicieron perder el juicio en su momento. Ruido para mucha gente. Demasiado comercial para otros. Infame para algunos. Pero me da lo mismo lo que piense la gente; así lo hice, así lo imaginé.
Mornië na- túl.
Tracklist
DJ HaRdBeAt - The Void of Sauron