Spring Session 2024
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“La inspiración existe, pero te tiene que encontrar trabajando”. Si esta frase, atribuida a Pablo Picasso, resultaba aplicable al excepcional pintor malagueño, tanto más acertada resulta para personas como un servidor que, a diferencia de él, carecen de un talento innato y todo lo que consiguen en esta vida es base de conocimiento, esfuerzo y trabajo. A ver, no nos engañemos: algún talento debo tener, aunque sea escaso, pero siempre me he considerado mediocre, una persona que no tendría por qué destacar en nada y que, si lo ha hecho, ha sido por cabezón. Por pesado. Por persistente. Por constatar que, muchas veces, puede más la acumulación de los granos de arena frente que una piedra gigantesca. Por tener que convivir con una condición psicológica muy concreta, que es la tendencia a la obsesión; patología mental que, si le sabes sacar provecho, puede ser muy útil para conseguir objetivos, aunque es una pésima compañera de vida en otros aspectos. En fin, estas son las cartas que me han tocado. Abramos juego.
Con esta sesión primaveral del año corriente, la cosa ha ido más o menos por esos derroteros. El impulso nació, como suele pasarme, con una mezcla, pero de ahí a meter 28 canciones en una sesión de casi una hora y que todo ello quede armónico, homogéneo, en sintonía, hay un trecho que, en ocasiones, puede llegar a ser insalvable. Pero soy un pesado. Un pelmazo. Un brasas, como bien comprueba mi mujer cada vez que me pongo delante del ordenador. Y todo empezó, como digo, con una mezcla. Bueno, con dos. En realidad, con tres.
En este punto es importante poneros en contexto. No sé si se trata la famosa crisis de esas cuatro décadas que esperan, ahí, agazapadas, a menos de una vuelta al sol de distancia; no sé si es la rutina; no sé si es la falta de motivaciones a corto plazo, pero llevo un 2024 bastante alicaído. Melancólico, quizás, es la palabra más adecuada. Y me he planteado que quizás, como resumía Mark Renton la teoría de vida de Sick Boy en Trainspotting, “todos envejecemos, dejamos de volar y se acabó”. Pero soy un cabezota, como he dicho. Este pájaro todavía tiene alas. Así que ahí está el tema, en tratar de no dejar de volar pese al transcurso de los años, la rutina y su putísima madre. Ahí interviene, no sólo en el desarrollo, sino en el impulso inicial, la persistencia de la que os hablaba. Me niego a dejar de volar, pero ello no implica que subyazca una latente melancolía. Y apareció, por casualidad, el Neón de Belokrinitsky.
Piel de gallina. Lágrimas en los ojos. Me cago en la puta. Un ucraniano, o ruso, pues no voy a entrar en valoraciones sobre la situación actual de la península de Crimea, me hizo volver a sentir algo que hacía mucho que no sentía: sensaciones musicales extremas. Eso es. Eso era todo el tiempo. Por mucho que la rutina, el paso del tiempo y que los pájaros vayan dejando de volar a mi alrededor, siempre me queda la puta música. Ese trance épico, que te colma el corazón, henchido, pleno, que te despierta, que te da un puñetazo en la cara. Así que como dice otra canción, de Paul Van Dyk, precisamente: “Your music rescues me… again”. Gracias, Dmitry.
Aparece el DJ. Esto necesita un acidaco, como que le llamo Sergio. Sé que es incluso ofensivo que meta este tema a 180 bpm’s, así que pido perdón sin ambages, pero, joder, me lo pedía el cuerpo, como el Neon pedía al Davide Cali - Ballad. Saltos en la habitación. Puñetazos sobre la mesa. ¡¿Pero esto qué es?! No encontraba ese motor, ese impulso para hacer una nueva sesión, y ahí lo tenía, melancólico, pero cañero. Sentimiento. Ese es el viento que impulsa las alas. A seguir volando Sergio.
De hecho, de eso trata otra de las mezclas que impulsó la sesión, propiciada por una artista llamada, precisamente, Birdy. De nuevo, descubrí el Paradise Calling de casualidad y pasó a formar parte inmediata del elenco de canciones que denomino "a brand new day". La luz, el sol, el comienzo de un día, la frescura, la esperanza, que todavía anida en mi corazón pese a que el paso de los años me lleve hacia la melancolía. Y ver este pajarito, llamado Jasmine, haciendo el gilipollas en un campo de trigo, moviendo las manos como si tuviera alas, haciendo lo que le pedía el cuerpo sin miedo al qué dirán, sin vergüenza, en su maldito mundo, idea totalmente de la olla, como podéis comprobar en el videoclip de la canción, también me pedía una mezcla. La primera, de hecho. Empezaré con ella.
La melancolía y la esperanza. Ya tenía dos motores, que pueden parecer antagónicos, pero que en realidad no lo son, pues hay momentos vitales en los que se entrelazan. De todos modos, como no hay dos sin tres, me topé con The DJ Producer. Y es que, durante unas semanas, se apoderó de mí una fijación enfermiza con el sello Deathchant que me obligó a escucharme absolutamente todo lo que salió a manos de esos locos británicos, abanderados del breakcore, y me llevó a descrubrir absolutas salvajadas como la primera referencia del subsello Stroid: un frenético mash-up entre uno de los pináculos del hardcore, el brutérrimo Lenny Dee - Forgotten Moments, y un absoluto temazo hip hop ochentero: Run-DMC - Run’s House. De nuevo, puñetazo sobre la mesa. De nuevo, ¡¿Pero esto qué es?! Estados Unidos en mi fucking face a 207 bpm’s. "Whose house? Run's House!". Y ese influjo negrata me hizo plantearme si habría algún tema rap español que pudiera encajar con el Forgotten Moments. La idea me pareció espectacular, así que iba a barrer para casa… y Javier Ibarra me lo iba a poner fácil, como no podría ser de otra manera. Kase.O al aparato: "La música de ahora es la peor de la historia, fácil para mí brillar entre la escoria". Como un guante, oigan.
Ya tenía el principio y el fin. El Alpha y el Omega, con un Beta, Gamma u Omicrón, que acabó siendo un Psi, un penúltimo revulsivo. En cualquier caso, me faltaba argamasa para construir el edificio. Y a ello me embarque: tuve que dedicar horas, días, semanas y hasta meses para no sólo encontrar esa argamasa, sino intentar que encajara con lo que quería decir, con que quería mostrar. Con la esperanza. Con el sentimiento melancólico. Con la caña. Con lo que necesito para seguir volando esta primavera de 2024, que no es otra cosa, al cabo y sintetizando tanta literatura, que música que consiga llenar mi alma y mantenerme erguido frente a todo, disfrutando de lo que más me gusta en la vida.
Me empapé del Bandcamp. Lamentablemente, el actual mainstream hiede hasta unos niveles insoportables, por lo que, por salud mental y por intentar encontrar música relativamente moderna que encajara con el proyecto, tuve que recurrir a esta maravillosa plataforma que aglutina a muchos outsiders. Atom Trance Force. Rave Instinct. Reencontrándome con ese Sergio que, como aquellos buscadores de pepitas de oro, tamiza el agua del río buscando esa pequeña joya que le ofrezca las elevadas sensaciones musicales que tanto ansía, buceé por esos sellos, volví a reencontrarme con algunos temas de Ruboy, de Xavi BCN e incluso le di una oportunidad al Game Over III. Y al hard style, a falta de bases relativamente modernas con las que compactar toda esa argamasa; dándole a la sesión, además, un toque xquesiano que no siempre ha sido santo de mi devoción pero que, en este caso particular, creo que le viene como anillo al dedo.
Et voilà. Llegué a la meta. Construí el edificio hasta el tejado. La inspiración me pilló trabajando, pensando, escuchando, dando oportunidades, insistiendo y volviendo a insistir. Inspiración, ésta, que llegó impulsada por los tres motores a los que me he referido anteriormente. Inspiración, ésta, que tiene su origen último en una lucha contra la rutina, contra la rendición, contra ese sentimiento de desánimo que me invade este inicio de año, contra ese dejar de volar. Contra el se acabó. A cabezota no me gana nadie.
Así que esta es la historia de esta sesión. Espero haber estado a la altura.
DJ HARDBEAT - SPRING SESSION 2024
Tracklist