O partigiano...
Hay un dicho bastante antiguo, que incluso huele a naftalina, que reza que no te acostarás sin saber una cosa más. Parece una tontuna, realmente, una frase hecha que te suelta un familiar cuando te enseña cualquier random thing que no resulta ni útil, ni necesaria, y que en ocasiones queda en pura efeméride. Verbigracia, la escoba la inventó un español añadiendo un palo largo a un trapo. Necesitaba saber éso, os lo juro. Aprendí un cojón de pato antes de acostarme ese día. Luego están los chismorreos de vieja del visillo, que ya no son ni conocimiento, sino conjeturas. No te acostarás, etcétera. La Tierra en realidad es plana. Mariano Rajoy es gay. Las farmacéuticas tienen la cura del SIDA, pero quieren seguir vendiendo antiretrovirales y comprarse coches de oro, barcos de oro y putas de oro. Hijos de puta. En fin, que diría Pedro Vero, un ranciofact de manual. Ortodoxo que te jiñas. Puro en su puridad.
De todos modos, en ocasiones esta expresión merece que le demos una segunda lectura. Y es que es muy común que realicemos descubrimientos de cualquier naturaleza a través de medios que no les son propios o que nada tienen que ver con el objeto del descubrimiento. Se le puede llamar serendipia, pero no entraría dentro de la ortodoxia del término. La casualidad, como concepto, se adecúa mucho más al hecho descrito. Y es que acabar soñando con bravos partisanos luchando contra el fascismo por culpa de Úrsula Corberó tiene delito. Con agravante de alevosía. Y de disfraz; nunca mejor dicho. Pues de Dalí va la cosa.
La verdad es que la serie de La casa de papel me llamó la atención desde el principio. Una de las protagonistas principales es una de mis musas de cabecera, de esas artistas que te gustan no sólo por su físico, sino por la forma de ser que al menos representan en público, pues nunca puedes saber si se trata de pura impostura. Pero esta chica siempre me ha parecido que está mal de la cabeza y que hace exactamente lo que le sale del parrús, lo cual implica que, en este mundo de apariencias, reciba mi aquiescencia. El caso es que el argumento de la serie y, por supuesto, l a chica del bucle que se quemaba por dentro , me hicieron darle una oportunidad a esa serie. Y no me defraudó.
Pero no vengo aquí a hablaros de esta serie, sino de una canción. Paco Tous, uno de los mejores actores que hay en este país, interpreta a un asturiano experto en robos que, realmente, tiene muy mala suerte. Y, mientras preparan el robo del siglo a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, sueñan con el destino que le darán a la billetada recién horneada que sacarán directamente del horno oficial. Islas, coches, en fin, todo muy predecible, como no podría ser de otra manera. Lo importante, en caso de Paco Tous, que no es el señor rosa, aunque bien podría serlo, sino Moscú de apelativo delictivo, quiere sacar un disco de boleros. Y sin venir a cuento, se pone a cantar una canción italiana que me llamó poderosamente la atención. O partisani, comenzaba. Bella ciao, contenía el estribillo. Ciao, ciao, ciao.
Por supuesto, soy persona de naturaleza curiosa, así que esa canción se quedó revoloteando mi cerebro mientras acababa el capítulo, como una mosca que vuelve a la miel, aunque la eches constantemente a manotazos. Y así, sin solución de continuidad, me vi en la obligación de indagar. Siempre he sentido atracción hacia los partisanos, los grandes olvidados de la Segunda Guerra Mundial por culpa de americanos con medallas, británicos altivos y franceses heroicos. Lo de siempre, vamos: Hollywood manda. Pero de la bella Italia todos se olvidan. Bueno, miento, se conoce perfectamente que los aliados invadieron Palermo y cruzaron el estrecho de Messina tras aplastar a las fuerzas de Mussolini, pero lo único que realmente importaba en aquella campaña de Sicilia era descubrir si Patton la tenía más larga que Montgomery. Al cabo, los partisanos eran gente sencilla que se echaban al monte con un fusil y un mendrugo de pan. ¿Dónde está la gloria en eso?
Piero Calamandrei, jurista florentino que se considera uno de los padres de la Constitución italiana de 1948, actualmente vigente, señaló en un discurso a los jóvenes italianos realizado en 1955 con el objeto de conmemorar el ascenso de la democracia contra el fascismo, que “si queréis ir en peregrinación al lugar donde nació vuestra Constitución, id a las montañas donde cayeron los partisanos, a las cárceles donde fueron presos, a los campos donde les ahorcaron. Allá donde ha muerto un italiano para recuperar la libertad y la dignidad, id, oh jóvenes, con el pensamiento, porque allí nació nuestra Constitución”. Desde luego, morir en una montaña o recluso en una cárcel fascista no es la quintaesencia de la gloria militar. Ese particular queda reservado a grandes generales, a personajes que se llevan los laureles romanos gracias a la sangre de jóvenes desconocidos, anónimos, que murieron en el barro sin la más mínima consideración. Al combatiente que, en un ejercicio de justicia, rememoran los monumentos al soldado anónimo. Y es que, sin ellos, nada hubiera sido posible. Sin el desgaste partisano, la campaña de Italia no hubiera sido un paseo militar para americanos e ingleses, a pesar de que las fuerzas de Mussolini estaban muy lejos de parecerse a las alemanas.
En España lo hemos vivido con los maquis. Gentes sencillas que huían al campo, que conocían bien, para seguir combatiendo sin esperanza alguna. Huían del garrote o del vecino que los acusaba de rojos. Huían de Franco sin más atavío que un botijo, una escopeta vieja, una navaja y ajada ropa que les hacía parecer salvajes. Podemos discutirles muchas cosas, desde luego, pero no que fueran hombres valientes. Y yo siempre tengo en muy alta estima al que está dispuesto a pagar el precio.
La diferencia entre maquis y partisanos, básicamente, es el contexto y el resultado final. Los primeros se generaron tras la derrota total del ejército republicano, que en su momento no tuvo refuerzo internacional alguno. De hecho, cuando un francés se enorgullezca de la resistencia al fascismo, recordadles los Pirineos en 1936. Recordadles el cierre de fronteras para evitar el refuerzo de los republicanos españoles. Recordadles el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Recordadles como miraron hacia otro lado, cobardes, mientras España sangraba por sus ideales. Y la República perdió. Una derrota amarga, cruda y cainita. Muy española, vamos. Los partisanos, en ese sentido, tuvieron más suerte. Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, sufrieron lo indecible, por supuesto, pero a principios de 1945, bajo la égida de Patton y Montgomery, y tras años de hostigar, desgastar y resistir, pudieron alzarse contra el fascio, colgaron a Mussolini e invadieron todo el Norte de Italia. Ganaron.
O bella, ciao, dice la canción. Te dejo, amada, para luchar por la libertad. O Partigiano, portami via. Vamos juntos. Luchemos hombro con hombro. E se io moio da partigiano, tu mi devi seppellir. E seppellire lassù in montagna, sotto l'ombra di un bel fior. Damos por hecho nuestro destino, que es la muerte anónima, pero la representamos con una flor en la montaña como una brizna de esperanza. Esperanza que culminó, como he señalado en el párrafo precedente, pero que cuando los obreros de Bolonia, Módena, Parma, Verona o Rímini subieron a los bajos Alpes para generar la resistencia italiana, nada de eso estaba claro. Y el sufrimiento se hacía patente en esta canción, que nació en esa zona de Italia, pero que fue transmitiéndose hacia toda la resistencia italiana.
Por ello, aunque todo el mundo conozca al general Wellington, nada de lo que hizo hubiera sido posible sin aquellos españoles que, en carreteras y caminos, usaban su siete muelles contra el ejército regular francés, impidiendo que pudieran dormir con los dos ojos cerrados. Por ello, aunque Patton se cubriera de gloria y boato, encontró un territorio ya preparado para su marcha por los partisanos que habían ido desgastando sin pausa a Mussolini y que, dicho sea de paso, hicieron el trabajo sucio que era necesario para cerrar esa etapa de la historia. Por ello, nuestros pensamientos de orgullo deben dirigirse a estas gentes, pobres, mal alimentadas y vestidas, sin medios, que echaron las agallas suficientes para plantar cara a la más obstinada y perfecta máquina de matar que ha existido en la historia.
Por ello, hoy, partisanos, me acuerdo de vosotros.
Letra en italiano Una mattina mi son svegliato, o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao! Una mattina mi son svegliato, e ho trovato l'invasor. O partigiano, portami via, o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao! O partigiano, portami via, ché mi sento di morir. E se io muoio da partigiano, o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao! E se io moio da partigiano, tu mi devi seppellir. E seppellire lassù in montagna, o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao! E seppellire lassù in montagna, sotto l'ombra di un bel fior. Tutte le genti che passeranno, o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao! e le genti che passeranno, Mi diranno «Che bel fior!» «E questo è il fiore del partigiano», o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao! «E questo è il fiore del partigiano, morto per la libertà!» «E questo è il fiore del partigiano», morto per la libertà!» (bis) |
Versión en castellano Una mañana, me he levantado, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós, adiós. Una Mañana, me he levantado, y he descubierto al invasor. ¡Oh! Partisano, me voy contigo, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós, adiós. ¡Oh! Partisano, me voy contigo, porque me siento Aquí morir. si yo muero como Partisano, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós, adiós. si yo muero como Partisano, tu me debes sepultar. cava una fosa en la montaña, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós, adiós. cava una fosa en la montaña, bajo la sombra de una bella flor. Así la gente, cuando la vea, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós, adiós. Así la gente, cuando pase, me dirán "!Oh que bella flor!" Esta es la flor, del Partisano, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós, adiós. Esta es la flor del Partisano, muerto por la libertad. ...Será la flor de un Partisano, muerto por la libertad. (bis) |