Heroes postmodernos (II)
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Si hay una constante en esta era de la rápida transformación y el cambio acelerado es que, con independencia de la situación económica, pandémica, social, moral e intelectual, los héroes continúan surgiendo como hongos, hop, aquí y allá, debajo de ese árbol, al lado de ese musgo, en las heces de tu conejo tras varios días sin recogerlas –esto me ha pasado, lo reconozco-. Así que mi serie de artículos referida a los héroes postmodernos no sólo no ha perdido ni un ápice de modernidad, sino que en estos extraños momentos que nos ha tocado vivir continúan en el disparadero, pues estos personajes, como la vida, se abren camino.
Seguidme, seguidme, entrad conmigo en esta cueva. Hay caramelos.
HÉROE POSTMODERNO IV (Repartiendo galletas, que es gerundio)
Los iluminados prebostes de esta sociedad agilipollada pero pura de intenciones e imbuida de una elevada moral llevan unos cuantos años abominando las grandes virtudes de dar una hostia con la mano abierta a alguien, sea a niño o a adulto. Sí, sí, me refiero al guantazo, al soplamocos, al aplauso de cara, a la sonora caricia de una pícara mano contra un rostro desprevenido. Yo, que era niño de buen talante, pero algo cabrón, recibí no pocas bofetadas que corrigieron comportamientos que, a día de hoy, ni se me ocurre reproducir, pues quedó la lección bien aprendida con cinco dedos dibujados sobre mi cara; pero nuestros modernos pedagogos confunden un correctivo físico leve y excepcional con dar palizas por placer, como si fueran la misma cosa. Al parecer, un galleto bien dado causa trauma en los niños, a los que hay que aleccionar con sabias palabras, estrategias sentimentales y empatía paterno filial; ejercicios educativos, todos ellos, que están dando un gran resultado… ¿verdad?
Pues no. Estas majaderías no están dando buen resultado, pues la insolencia, la mala educacion y la arrogancia campan a sus anchas en mucha gente muy joven a la que nadie les ha girado la cara nunca. Yo no soy partidario de la violencia gratuita, pero en ocasiones es una respuesta legitima que evita males mayores. Y si hablamos de girar caras y de respuestas legitimas, os traigo un ejemplo que es más delicioso que una tostada con escalibada, olivas negras y anchoas. Sí, anchoas. Un manjar selecto, salado, sabroso, que en según qué contextos, no obstante, puede resultar ofensivo. Y si no, que se lo digan al youtuber MrGranBomba.
Este pelafustán, que a la postre es el insigne protagonista de estas líneas, se dedicaban a hacer el necio en YouTube a través de bromas sin gracia y payasadas que sólo gustaban a chavalería que todavía no tenía bello púbico. En uno de sus vídeos -que no puedo reproducir porque borraron el canal-, se dedicó a parar a gente por la calle e intercalar insultos de creación propia con preguntas sobre ubicación; consiguiendo que mucha gente se quedara cortada o que no supiera cómo reaccionar cuando un chaval, con normalidad absoluta, decía: “¿Sabe dónde se encuentra la Calle del Pecado, percebe engominado?”, “No me ha quedado claro, larva fecal, ¿puede volver a indicarme?”.
Y así, igual que un niño rata que va tirando globos de agua a la gente por la calle, nuestro protagonista siguió con su juego, ofendiendo a personas que, en el mejor de los casos, querían que los dejaran en paz. Sin embargo, no todo el mundo reacciona del mismo modo. No todo el mundo toma una posición pasiva o complaciente. No todo el mundo está dispuesto a que semejante pollomoco esmirriado le pare por la calle y le llame cara anchoa.
Imaginaos la escena: un hombre joven, agobiado por su trabajo de repartidor, recibe el alto del youtuber faltón. Con paciencia, le ofrece las indicaciones oportunas, pero detecta algo anómalo. En la pregunta y en la posterior repregunta, se cuelan palabras que no proceden. En concreto, percibe que ese chaval le está llamado, con sorna, cara anchoa. Evita con todas sus fuerzas el enfrentamiento, le da varias oportunidades de irse. Pero ante su insistencia, pasa lo que debería haber pasado mucho antes: abofetea con rapidez gatuna, con fuerza colosal, el rostro del graciosillo con cara de cepillo, emitiendo una gran onda sonora a su alrededor. Severo correctivo al canto. Cara marcada por la infamia. Y, por desgracia, una absurda polémica en la sociedad que acabó en nada .
Y sí, el youtuber aprendió la lección. Retratado ante toda España como un niñato, abofeteado con razón por un verdadero héroe, con el rostro magullado, como podeis ver en la imagen, moderó su comportamiento y, ahora, aunque su contenido sigue siendo vomitivo, al menos no toca los cojones a quien no debe. Y todo eso se lo debemos a un tortazo dado a tiempo. A un tío mosqueado que dijo que hasta aquí habíamos llegado. Un repartidor que tanto te entrega un paquete como te alecciona al adolescente tocacojones con su divina mano. Con sus cinco dedos cargados de justicia. Un jodido heroe postmoderno.
HÉROE POSTMODERNO V (Para vacuna, la que tengo entre las piernas).
Después de muchos, muchos, muchos años de aficionado a la pornografía, he visto, literalmente, de todo. Internet es un agujero negro de depravación y cualquier fetiche, por raro, disparatado o cochino que sea, encuentra su lugar. Yo, que públicamente diré que soy un hombre de gustos muy normales, buceo en páginas web de pornografía en streaming buscando vídeos de lo más normales; es decir, enanos albinos hermafroditas penetrando analmente a abuelas negras con los pezones anillados. Cosas así. El caso es que, con tantos años de almanaque marrano a mis espaldas, he tenido el placer de conocer el freakismo más absoluto dentro de este mundo.
Y ojo, no digo freak en el mal sentido, como por ejemplo el turbio Torbe, sino a peña que huye del clásico concepto del tío mazado con polla gorda. En el caso que nos ocupa, polla tiene, y mucha, pero lo que hay detrás de ese gran miembro es un chavalillo delgado con cara de panoli. Érase, en definitiva, un actor porno a un rabo pegado, llamado Jordi, pero oriundo de Ciudad Real. No en vano, se hace llamar Jordi El Niño Polla. Especializado en follar con maduras ya sea haciéndose pasar por doctor, por amigo del hijo de la madre cachonda, por adolescente aturdido, por tímido virgen o por pardillo random que oculta tener más polla que brazo, se ha currado una exitosa carrera. Y me parto con él. Es un tío que ha sabido explotar su condición y que nos enseña su periplo profesional a través de una serie llamada “Mi dura vida” en YouTube. Y que, como os imaginaréis, es carne de meme.
Hace unos años, en un viaje norteamericano que realizó durante varios meses patrocinado por la productora Brazzers, consistente en recorrer ese país de Este a Oeste ofreciendo su gran atributo a toda madura que se terciase, hizo un sketch fabuloso en el que se hacía pasar por doctor para darle amor a una enfermera de busto generoso. Veni, vidi, vici, llegó, penetró y eyaculó sobre el rostro de Brooklyn Blue. Una escena pornográfica más, al cabo, con un guion pésimo que recrea una situación absurda, pero que dejó el terreno abonado para que una pandemia rescatara esas imágenes.
El seguimiento de la pandemia de COVID-19, por sus especiales características y por la época histórica que le ha tocado en suerte, ha encontrado en las redes sociales e Internet, en general, su principal medio de información; con todo lo bueno y lo malo que ello representa. Las fake news eran y continúan siendo cosa habitual y tienes que estar muy atento para que no te la den con queso, como se suele decir. Y los trolls -¡Ay, mis queridos trolls!-, han hecho su trabajo; y cómo:
Para empezar con el periplo troll de nuestro polludo heroe, nos retrotraemos a los peores momentos de la pandemia de COVID-19. Denominado falsamente como Pedro, Jordi El Niño Polla se coló con su disfraz de médico cachondo en un memorial efectuado en la Catedral de Lima, Perú, dedicado a las víctimas del COVID-19. Algún desaprensivo introdujo esta fotografía como si nuestro querido Jordi hubiera fallecido combatiendo la pandemia cuando, en realidad, seguía follando como si no hubiera un mañana con hermosas chicas; eso sí, con mascarilla y previo PCR. Me diréis, a ver, colársela a un eclesiástico peruano quizás no es lo más difícil del mundo, y en ello os tengo que dar la razón. Así que va, le doy un 6, nos echamos las risas de rigor y corremos un tupido velo. Pero ahí no acaba la cosa.
No sé para vosotros, pero para mí, si hay algo más repugnante que una mosca verde posada sobre tu comida o ver a un perro comiéndose su propio excremento, es ver a un político utilizando la corrección política y la falsa empatía para ganarse el cariño del populacho. Y por eso, cuando meten la pasta hasta el fondo, no puedo sino alegrarme; y si, además, participa en ello Jordi El Niño Polla en ello, muchísimo mejor. En este particular caso, trolls mediante, corrió por las redes esta imagen:
Como os imaginaréis, toda la generación boomer, a excepción de los aficionados a la pornografía -que no son pocos, cabe señalar-, cayó en la trampa y compartió esa imagen por todas sus redes sociales, para regocijo y jolgorio de gente como yo, que veía a su madre o abuela con una fotografía de Jordi El Niño Polla en el WhattsApp; pero se supone que un político tiene sus asesores, sus herramientas para combatir la desinformación o, maldita sea, más capacidad para esquivar estos memes. Craso error. Una diputada del PP de Asturias, Reyes Fernández, trasladó el pésame a todos los familiares de “Alberto Sánchez” en una comparecencia pública en la Junta General del Principado. Maravilloso. Esta vez sí, os doy un puto 9.
Un héroe sin capa, sin lugar a dudas. ¿Os dejáis vacunar por él?
HÉROE POSTMODERNO VI (Pollavieja y Chochorancio se lo pasan chachi piruli con la pandemia, tronco)
Si hay una situación que hace sonar la alarma del detector de vergüenza ajena hasta dejarte completamente sordo es la de una persona mayor intentando comunicarse con una persona joven usando, valga la expresión, “su mismo idioma”; esto es, su jerga, sus bromas, su manera de entender el mundo. El salto generacional pocas veces es más evidente que en estas situaciones y el emisor del mensaje, en lugar de conseguir su objetivo, es percibido por el receptor como un imbécil; o, utilizando terminología más millenial, como un pollavieja, en caso masculino, o una chochorancio, en caso femenino. Aquí hay para “todes”.
Cuando esta situación se produce dentro del hogar, con el padre dándole una caja de condones a la hija delante de sus amigas acompañando el ademán con un guiño de ojo o con la madre diciéndole a su hijo, tras pillarle una piedra de grifa, que ella también había “esnifado marihuanas” de joven, la vergüenza ajena alcanza cotas moderadas, soportables, incluso entrañables; y, además, se produce un curioso hecho: tanta vergüenza siente el receptor como el emisor, pues los padres que recurren a estas torpes prácticas lo hacen para tratar de acercarse a sus esquivos hijos adolescentes sin más recurso que su propia experiencia, recurriendo casi siempre a la improvisación. Joder, yo, que fui un adolescente pajero y malhumorado, no sabría cómo relacionarme ahora con un hijo adolescente pajero y malhumorado. Y seguramente metería la pata, causando rubor propio y ajeno, cuando le aconsejara que probara las duchajas -ducha + paja-, en lugar de estar media hora encerrado en el baño.
El caso es que, cuando esta situación no se produce dentro del hogar, sino a nivel público, ejecutada por políticos de diversa condición aconsejados por sesudos asesores de abultado salario, la vergüenza ajena alcanza niveles que nuestros padres ni pueden soñar, pues ahí hay ensañamiento. Hay empecinamiento. Hay alevosía. Maldita sea, no me creo que no haya nadie que les aconseje que no abran esa puerta, que no crucen esa línea, que no entren en ese jardín; no sé, el Departamento de Jóvenes y Jóvenas, el Observatorio del Porro Transversal o el asesor de adolescencias adolescentes que a golpe de 80.000 pavos al año monta fiestas, saraos y conciertos –un curro que pagamos tú y yo-, debería decirle al político de turno que eso que pretende pasó de moda en el siglo XVI. Pero no.
Ejemplos haylos a manta, pero la campaña para la prevención de la pandemia de COVID-19 entre los jóvenes perpetrado por el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Murcia ha superado cualquier expectativa. Merecen vítores, laureles, pétalos de rosa y coronas -no de virus, sino de las de oro-, pues se han pasado el juego de la pollavejez. Han cruzado líneas de vergüenza ajena que parecían imposibles. Y no, no es necesaria la campaña entera para comprender la magnitud del asunto, sino que con una simple imagen os voy a follar la mente:
Un teléfono móvil de los años 90, unas llaves con un llavero de Pac-Man, una rima indigna que incluye la palabra “molar”, “mogollón” y “ligar” y un recuadro cutre con el mensaje escrito con Calibri –al menos no es Comic Sans- que seguramente habrán hecho con el Paint de Windows; todo ello sobre un fondo de colores chillones que, por supuesto, interpela a “los más jóvenes”. Todo muy moderno. Todo muy joven. Todo muy...
Os lo juro, no encuentro palabras para definirlo. Esta campaña publicitaria ha cruzado la frontera de mi terminología e imagino que la de la Real Academia Española para encontrar un calificativo, un epíteto que asignarle. Pero es que si entramos más en detalle y comprobamos que hay un vídeo que dinamiza esa imagen con música con ritmo descuadrado, voces metálicas y otros recuadros con rimas todavía mejores, no me queda otra que quedarme callado, no decir nada; sino sencillamente agachar la cabeza y mostrarles mis respetos a estos héroes de la vergüenza ajena. Hay quien les llama catetos, no sin razón, pero yo prefiero denominarlos héroes postmodernos.
Al ejecto de acompañar mis palabras, os dejo fotos de la presentación oficial de la campaña, para que no penséis que esto es una broma de mal gusto sobre esta Comunidad Autónoma tan dada al cachondeo, una captura del Facebook de la Región de Murcia en el que hacen publicidad de este excremento líquido para que podáis disfrutarlo en toda su extensión y compartirlo con vuestros “panas”, así como un enlace a un vídeo de Canal 7 para que disfrutéis de la canción y de la chapa que os pegan al respecto. Que no se diga que no soy chachi piruli, tronco.
¿Lo vas pillando? Es muy sensillo.
So easy.