Excesos musicales - Mayhem
24.07.2016 00:00
“Nada satisface tanto como el exceso”, le dijo Elvira Hancock a Tony Montana mientras éste le recriminaba su abusivo consumo de cocaína. De hecho, ese comentario, además de ser una clara declaración de intenciones, llevaba las tintas cargadas contra su marido, la persona más excesiva del imperio de la droga californiano. En efecto, no dejaba de ser sarcástico que Scarface le dijera eso a su mujer mientras se fumaba un puro en su jacuzzi de marfil. Pero bueno, dejando a un lado la relación entre personajes de una de las mejores películas de la historia, la frase de Elvira no deja indiferente. Vamos, que es cierta, por mucho que intentéis negarla. Todos aspiramos al punto medio aristotélico, a la continencia de los apetitos, a huir del exceso, pero nuestro cuerpo nos pide romper los esquemas, salirnos de la media, disfrutar de los apetitos de manera desmesurada. Desde luego, no es fácil controlar el auriga platónica, aunque sea el objetivo del hombre moderado. Joder, cuánta filosofía para algo tan trivial, pensaréis.
Y es que no, a mí no me engañáis. Yo sé que, como yo, alguna vez habéis comprado más chucherías de las que debíais, dejándoos una fortuna en dulces, y os habéis deleitado comiéndoos la bolsa entera, sin dejar ni una. ¿Me das una?, te decía tu hermano. No. Ni de coña. Y claro. Por la pata abajo. Entonces, mientras pasas un calor de mil demonios en el excusado y, literalmente, te desaguas por el recto, sufriendo ardores mefistofélicos en el bajo vientre, piensas que valió la pena. “Nada satisface tanto como el exceso”. Póngame otro chupito de tequila, camarera, que a mí me sobra hígado y a ti hermosura, etcétera. En este caso, el exceso toma la carretera del norte, y acabamos arrodillados ante el peor baño de Escocia (hoy estoy cinéfilo, oiga). Pero no pasa nada, porque “nada satisface tanto como el exceso”. Que se lo digan al abuelo, que ha cambiado el sintrom por una viagra y, si la palma, lo hará con la polla en la boca de una joven que podría ser su nieta. A tope con la Cope.
Pero claro, todos estos excesos son naderías si los comparamos con los que suceden en el mundo de la música. Cualquier límite imaginable no es más que un obstáculo minúsculo para una estrella del rock o un grupo de metal. Nosotros somos simples aficionados. A su música y a sus excesos. Cuán aburrido sería un concierto sin artistas con las fosas nasales embutidas en cocaína, sin cantantes sudorosos que se lanzan sin pensarlo un instante sobre una enardecida caterva de borrachos en mitad de un concierto o sin la última extravagancia de la cantante para adolescentes que, no habiendo más tela que cortar en su atuendo, nos enseña hasta las trompas de Falopio. Si la música es el sabroso solomillo, los excesos de los artistas que la componen e interpretan son la salsa a la pimienta. A la mierda los músicos indie con su cara de no haber echado un polvo en su vida o las canciones para princesas y caballeros blancos. Queremos música salvaje, sangre y fuego, locura en estado puro. Para tedio ya tenemos nuestras grises vidas.
Ejemplos los hay a espuertas. Seguro que, sin pensarlo demasiado, os saldrán unos cuantas extravagancias extremas musicales. Que si Marilyn Manson decapitando un pollo en mitad de un concierto y tirando al pobre animal a la pista para que corretee entre la multitud mientras echa sangre al ritmo de su corazón. Que si Mick Jagger, de los Rolling Stones, tiene que hacerse una limpieza de sangre anual para evitar morir envenenado por sus propios fluidos. Y para que hablar de Miley Cyrus. No obstante, estos excesos musicales son tan conocidos y populares que incluso dudo de su veracidad. De hecho, la transformación de la dulce Hannah Montana en la trasnochada Miley Cyrus apesta a estrategia de marketing. Por ello, si queremos conocer lo más sórdido del mundo de la música, hemos de profundizar un poco más. Descender a los infiernos. Y la primera parada de este tenebroso viaje la encontramos en la banda de black metal Mayhem.
El paraíso noruego
Por lo general, los europeos del sur tenemos una percepción muy idílica del modus vivendi nórdico. Con un nivel de vida envidiable, unas instituciones políticas envidiables, unos servicios públicos que funcionan a la perfección, una educación sensata y bien organizada que procura grandes profesionales, un gran sistema de pensiones, parecen un especie de oasis entre tanta indeficiencia e ineptitud. Vamos, son el no va más de Europa. Algunos datos escaman un poco, como la tasa de suicidios y el auge de la ultraderecha, pero no dejan de ser pecata minuta si lo comparamos con tanto bienestar. A nuestros ojos, los países bálticos son el ejemplo a seguir. El paraíso frente a nuestro constante purgatorio mediterráneo.
“Nada satisface tanto como el exceso”, le dijo Elvira Hancock a Tony Montana mientras éste le recriminaba su abusivo consumo de cocaína. De hecho, ese comentario, además de ser una clara declaración de intenciones, llevaba las tintas cargadas contra su marido, la persona más excesiva del imperio de la droga californiano. En efecto, no dejaba de ser sarcástico que Scarface le dijera eso a su mujer mientras se fumaba un puro en su jacuzzi de marfil. Pero bueno, dejando a un lado la relación entre personajes de una de las mejores películas de la historia, la frase de Elvira no deja indiferente. Vamos, que es cierta, por mucho que intentéis negarla. Todos aspiramos al punto medio aristotélico, a la continencia de los apetitos, a huir del exceso, pero nuestro cuerpo nos pide romper los esquemas, salirnos de la media, disfrutar de los apetitos de manera desmesurada. Desde luego, no es fácil controlar el auriga platónica, aunque sea el objetivo del hombre moderado. Joder, cuánta filosofía para algo tan trivial, pensaréis.
Y es que no, a mí no me engañáis. Yo sé que, como yo, alguna vez habéis comprado más chucherías de las que debíais, dejándoos una fortuna en dulces, y os habéis deleitado comiéndoos la bolsa entera, sin dejar ni una. ¿Me das una?, te decía tu hermano. No. Ni de coña. Y claro. Por la pata abajo. Entonces, mientras pasas un calor de mil demonios en el excusado y, literalmente, te desaguas por el recto, sufriendo ardores mefistofélicos en el bajo vientre, piensas que valió la pena. “Nada satisface tanto como el exceso”. Póngame otro chupito de tequila, camarera, que a mí me sobra hígado y a ti hermosura, etcétera. En este caso, el exceso toma la carretera del norte, y acabamos arrodillados ante el peor baño de Escocia (hoy estoy cinéfilo, oiga). Pero no pasa nada, porque “nada satisface tanto como el exceso”. Que se lo digan al abuelo, que ha cambiado el sintrom por una viagra y, si la palma, lo hará con la polla en la boca de una joven que podría ser su nieta. A tope con la Cope.
Pero claro, todos estos excesos son naderías si los comparamos con los que suceden en el mundo de la música. Cualquier límite imaginable no es más que un obstáculo minúsculo para una estrella del rock o un grupo de metal. Nosotros somos simples aficionados. A su música y a sus excesos. Cuán aburrido sería un concierto sin artistas con las fosas nasales embutidas en cocaína, sin cantantes sudorosos que se lanzan sin pensarlo un instante sobre una enardecida caterva de borrachos en mitad de un concierto o sin la última extravagancia de la cantante para adolescentes que, no habiendo más tela que cortar en su atuendo, nos enseña hasta las trompas de Falopio. Si la música es el sabroso solomillo, los excesos de los artistas que la componen e interpretan son la salsa a la pimienta. A la mierda los músicos indie con su cara de no haber echado un polvo en su vida o las canciones para princesas y caballeros blancos. Queremos música salvaje, sangre y fuego, locura en estado puro. Para tedio ya tenemos nuestras grises vidas.
Ejemplos los hay a espuertas. Seguro que, sin pensarlo demasiado, os saldrán unos cuantas extravagancias extremas musicales. Que si Marilyn Manson decapitando un pollo en mitad de un concierto y tirando al pobre animal a la pista para que corretee entre la multitud mientras echa sangre al ritmo de su corazón. Que si Mick Jagger, de los Rolling Stones, tiene que hacerse una limpieza de sangre anual para evitar morir envenenado por sus propios fluidos. Y para que hablar de Miley Cyrus. No obstante, estos excesos musicales son tan conocidos y populares que incluso dudo de su veracidad. De hecho, la transformación de la dulce Hannah Montana en la trasnochada Miley Cyrus apesta a estrategia de marketing. Por ello, si queremos conocer lo más sórdido del mundo de la música, hemos de profundizar un poco más. Descender a los infiernos. Y la primera parada de este tenebroso viaje la encontramos en la banda de black metal Mayhem.
El paraíso noruego
Por lo general, los europeos del sur tenemos una percepción muy idílica del modus vivendi nórdico. Con un nivel de vida envidiable, unas instituciones políticas envidiables, unos servicios públicos que funcionan a la perfección, una educación sensata y bien organizada que procura grandes profesionales, un gran sistema de pensiones, parecen una especie de oasis entre tanta ineficiencia e ineptitud. Vamos, que son el no va más de Europa. Algunos datos escaman un poco, como la tasa de suicidios y el auge de la ultraderecha, pero no dejan de ser pecata minuta si lo comparamos con tanto bienestar. A nuestros ojos, los países bálticos son el ejemplo a seguir. El paraíso frente a nuestro constante purgatorio mediterráneo.
Pero en todos lados cuecen habas, que dice el sabio refranero español, y tanto frío no puede ser bueno para la salud mental. Y no deja de sorprender que en un país como Noruega, que comulga con todas las virtudes anteriormente expuestas, puedan surgir mentes criminales como Anders Breivik, que tiene en su haber el asesinato a sangre fría de 77 personas en julio de 2011. Tan sangriento personaje resulta una excepción, en efecto, pero no es la única que se ha dado en ese helado país. Y alguna de ellas ha golpeado con mucha fuerza al mundo de la música.
Para conocer la truculenta historia que voy a narraros, hemos de retroceder más de tres décadas; concretamente, a mediados del año 1984. En esta época, el black metal, subgénero del heavy metal con tintes anticristianos, demoníacos y violentos, se encontraba a pleno rendimiento. Y países como Noruega comenzaban su particular descenso al inframundo a través de la creación del grupo más enfermo que han visto sus pacíficos habitantes: Mayhem.
Inicialmente, esta banda de black metal estaba compuesta por el bajista Jorn Stubberud (aka Necrobutcher), el batería Kjetil Manheim y el guitarrista Ostein Aarseth (aka Euronymous), y, como imaginaréis, sus canciones no eran precisamente para todos los públicos: “Chainsaw in my bleeding hands, as I start to cut you in two, your guts are steaming out and I just love the sight! Maggots crawling in her cunt, I just love to lick that shit, bury you in a slimy grave, you will rot forever there!” (Mayhem - Chainsaw Gutsfuck). Su primer álbum, Deathcrush, que salió al mercado en 1987, representó un hito en la escena black metal noruega; pero lo peor estaba por llegar.
La expulsión de varios miembros del grupo, así como algunas deserciones, dejaron a Mayhem realmente tocado tras la salida al mercado de su primer álbum. Pero su historia estaba lejos de acabar. Y es que Per Yngye Ohlin (aka Dead), al conocer que Mayhem se había quedado sin vocalista, remitió al grupo una suerte de currículum vitae que les convencería de inmediato: un sobre integrado por una cinta de cassete y una cobaya en estado de descomposición. Y aquí comienza la leyenda…
Dead era un personaje realmente siniestro. Un tipo con tendencias suicidas, obsesionado con la muerte, que incluso llegaba a rajarse los brazos en mitad de los conciertos para hacer llover sangre sobre sus seguidores. Desde luego, semejante demente había dado con el grupo adecuado y Mayhem había dado con la gallina de los huevos de oro. Esta relación de sórdida reciprocidad les proporcionó una popularidad extrema dentro de la escena underground noruega. Asistir a sus conciertos era una experiencia extrema. De hecho, el mismo Dead contó una anécdota en la revista Slayer que da buena cuenta de lo que cabía esperar en estos eventos infernales: “Antes de comenzar a cantar, había una multitud de alrededor de 300 personas allí, pero en la segunda canción, 'Necro Lust', comenzamos a lanzar alrededor cabezas de cerdo. Sólo se quedaron 50, ¡me gustó eso! (…) Queremos asustar a los que no deben estar en nuestros conciertos y van a tener que escapar por la salida de emergencia con las partes de su cuerpo desaparecidas, para que podamos tener algo que lanzar alrededor. Si a alguien no le gusta la sangre y la carne muerta derramada en su cara se puede ir, y eso es exactamente lo que hacen”. No obstante, toda esta orgía de satanismo y sangre iba a acabar de forma abrupta, como no podría ser de otra manera.
8 de abril de 1991. Euronymous encuentra a Dead muerto en su habitación. La escena era propia de la más siniestra película de terror: Dead yacía muerto sobre su escritorio con los sesos desparramados, profundos cortes en los brazos y en la garganta y una nota de suicidio en la mano que decía lo siguiente: “Perdonad la sangre, pero me he cortado en las muñecas y en el cuello. Mi intención era morir en el bosque para que transcurrieran unos días hasta que posiblemente fuera encontrado. Yo pertenezco al bosque y siempre lo he hecho. Nadie entenderá la razón de esto, igualmente. Para dar algún tipo de explicación, yo no soy humano, esto es sólo un sueño y pronto despertaré. Hacía demasiado frío y la sangre se me coagulaba, y además mi nuevo cuchillo no está afilado. Si la muerte no me llega con el cuchillo, expulsaré toda la mierda de mi cráneo. No sé lo que haré. He dejado la letra de “Let the good times roll” y todo mi dinero para cualquiera que encuentre esa puta mierda. Como último saludo, os presentó “Life Eternal”. Haced lo que queráis con esa puta cosa.”
La pregunta va de serie: ¿Tenía 27 años? Pues no, sólo tenía 22. De hecho, Nirvana acababa de sacar Nevermind, que contenía la conocida canción Smells like teen spirit que tanto éxito les procuró, así que Kurt Cobain estaba vivito y coleando. Y dudo mucho que Dead sintiera ningún aprecio por Jimmy Hendrix. No, esto no tiene nada que ver con el club de los 27. Su obsesión por la muerte le llevó a la muerte. Sin más. Algo lógico y coherente con su personalidad, aunque no por ello menos trágico.
Euronymous, como líder de la banda, tomó una decisión igualmente coherente con su personalidad y con su perversión natural: se hizo un collar con los trozos de cráneo de Dead que fue recogiendo por toda su habitación. Y, claro, no iba a dejar pasar esa oportunidad sin hacerle una fotografía para inmortalizar ese momento de muerte y destrucción. Cogió su cámara, colocó bien la escopeta y el cuchillo que había utilizado Dead en su suicidio para que quedaran encuadrados y disparó a su objetivo. Pero es que la cosa tampoco acaba aquí. Y es que Euronymous tampoco podía desaprovechar esa fotografía dejándola en un cajón, así que la utilizó como portada del nuevo disco de Mayhem, Dawn of the Black Hearts.
¿Excesivo y sórdido, verdad? Pues aquí no acaba la historia. Tras el suicidio de Dead, el grupo volvió a sufrir una grave crisis provocada, precisamente, por la decisión de Euronymous relativa a la portada de Dawn of the Black Hearts. Curiosamente, hasta en el seno de Mayhem había algo de sentido común. Necrobutcher abandonó el grupo. Euronymous, sin embargo, se obstinó en mantener el grupo vivo, y contrató a Snorre Ruch (aka Blackthron) y Varg Vikernes (aka Count Grishnackh). Mayhem regresaba de la ultratumba.
Con los nuevos integrantes de la banda y un nuevo vocalista, de origen húngaro, que se introdujo con posterioridad, en 1992 sacaron a la venta su primer álbum de estudio: De Mysteriis Dom Sathanas. Pese al cambio de artistas, las letras mantenían ese espíritu satánico tan propio de Mayhem, como se intuye por el título del álbum y se deduce de alguna de sus letras: “Darkness is growing, the eternity opens the cementary lights up again, as in ancient times fallen souls, die behind my steps, by following the freezing moon” (Mayhem - Freezing Moon). Así mismo, incluyeron en dicho álbum la canción que el propio Dead les dejó junto con su carta de suicidio, Life Eternal, volviendo completamente locos a sus seguidores. El mito de Mayhem se acrecentaba aún más, si cabía. Pero el éxito externo no se correspondía con la situación interna: Euronymous y Varg Vikernes se odiaban a muerte.
Sus discusiones, como más tarde ha trascendido, eran de lo más violento y enconado. No se soportaban. Y Euronymous, en varias ocasiones, había puesto fin a estas discusiones amenazando de muerte a Varg Vikernes. Amenazas que estaban lejos de ser meras bravuconadas, puesto que el mismo Varg había tenido conocimiento, a través de un amigo común, de que realmente Euronymous tenía planeado asesinarle; no sin antes torturarlo, claro. Pero Euronymous falló en sus cálculos, pues Varg, lejos de acobardarse, tomó la decisión de plantarle cara en su propia casa un día de agosto de 1993. Años después, desde la cárcel, Varg relató lo sucedido aquella fatídica noche:
“Fuimos a la puerta de entrada del edificio y llamamos a su puerta. Él estaba durmiendo. Se puede pensar que visitar a personas en mitad de la noche es un poco extraño, pero era perfectamente normal para nosotros. Muchas personas de la escena del metal somos “criaturas nocturnas”, por así decirlo. El caso es que pregunto qué quién era y yo le dije mi nombre. “Estoy durmiendo, ¿no puedes volver más tarde?”, contestó. “Tengo el contrato, déjame entrar”, le dije y él me dejó entrar en su casa (…).
Euronymous me estaba esperando en la entrada, muy nervioso. El tío que estaba planeando asesinar se había presentado en su casa en mitad de la noche. Entonces, cuando le pregunté que qué coño estaba haciendo, entró en pánico. Se asustó y me atacó con una patada en el pecho. Yo, ante ese ataque, lo empujé contra la puerta, aturdiéndolo. No me había sorprendido que me atacara, pero sí que lo hubiera hecho así y en su propio apartamento. Euronymous acababa de comenzar a entrenar "kick boxing" y, al igual que todos los principiantes, pensó que se había convertido en "Bruce Lee" durante la noche, pero no era así.
Al cabo de unos segundos, se levantó del suelo y corrió hacia la cocina. Yo sabía que él tenía un cuchillo encima de la mesa de la cocina, y pensé que, si él iba a tener un cuchillo, yo también iba a tenerlo. El cuchillo que llevaba en el cinturón estaba en el coche, pero llevaba una navaja de bolsillo de 8 centímetros de longitud. Corrí hacia él y lo detuve antes de que cogiera el cuchillo de la cocina. En ese momento, él ya había mostrado sus intenciones, por lo que cuando se dirigió a su habitación, pensé que iba a buscar otra arma. Él mismo les había comentado a algunas personas que iba a recuperar la escopeta que utilizó Dead en su suicidio, así que pensé que iba a cogerla o que iba a buscar su pistola aturdidora. Lo intercepté, lo apuñalé en la espalda y me quedé muy sorprendido cuando salió corriendo fuera del apartamento. No tenía sentido huir. Era él el que había comenzado la pelea, y me hizo enfadar que, cuando las cosas no fueron según lo previsto, decidió huir en lugar de luchar como un hombre. Eso es algo que siempre he odiado con fuerza (…).
En la calle nos encontramos con Snorre, que había acabado de fumar (…) Euronymous apareció corriendo en ropa interior, sangrando y gritando como un loco. Snorre estaba tan sorprendido y aterrado que parecía un fantasma; sus ojos estaban a punto de salirse de su cabeza. (…) Euronymous subió por un tramo de escaleras y trató de llamar el timbre de un vecino. Rápidamente, se dio cuenta que había llegado antes que él, y continuó huyendo por las escaleras, golpeando en las paredes, tratando de llamar a las puertas de los vecinas mientras corría pidiendo ayuda a gritos. Le apuñalé tres o cuatro veces más en el hombro izquierdo mientras corría (…) Finalmente, tropezó y se golpeó contra una lámpara de pared, probablemente con la cabeza o con el brazo, y se cayó sobre los fragmentos de vidrio estando en ropa interior. Corrí a su lado y esperé. (…) Euronymous se puso de nuevo en pie. Parecía resignado y dijo: “Es suficiente”, pero luego trató de darme una patada de nuevo, así que lo rematé clavándole el cuchillo en la frente. Murió de manera instantánea. Sus ojos dieron la vuelta y exhaló un gemido, vaciando sus pulmones tras la muerte. Cayó sentado, con el cuchillo atrapado en el cráneo mientras yo lo sostenía. Cuando lo saqué de su cráneo, cayó hacia delante y rodó por las escaleras como un saco de patatas, haciendo ruido suficiente para despertar a todo el vecindario.(…)”
Varg Vikernes explica este suceso con total frialdad, no mostrando el más mínimo arrepentimiento. De hecho, en este mismo extracto de su autobiografía, añade a lo ya expuesto: “Tengo que admitir que nada de esto me ha afectado. No fue un gran problema, de todos modos; un criminal que tenía planes para matarme estaba muerto. ¿Y qué? No veo ninguna razón para tener piedad con una persona que planea torturarme hasta la muerte mientras lo filmaba para su propio entretenimiento.” Mismo semblante mostró al ser condenado a 21 años de prisión por este asesinado. De hecho, incluso se permitió la osadía de sonreír.
Y en este punto cerramos el círculo. Y es que Varg Vikernes está relacionado con Anders Breivik: fue uno de los receptores del manifiesto que envió a una serie de "selectos" personajes antes de perpetrar su asesinato múltiple. Dios los cría y ellos se juntan, podría decirse, aunque en su caso, más que Dios, debamos referirnos a Satanás.
Noruega, el paraíso europeo, parece tener una falla hacia el inframundo.
PD: Sí, Mayhem se recompuso. Y continúa en activo.
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