Historias de España: El venturoso 20N (1542)
20.11.2015 08:30
No sabría determinar si se trata de puras casualidades, de serendipias, o de la influencia de algún efluvio del destino. No conozco el motivo. Sin embargo, hay fechas que parecen estar señaladas en la historia de un pueblo. A día de hoy, en nuestro flamante año 2015, seguramente recordaremos el día de hoy como la onomástica del fallecimiento del General Franco. 40 años han pasado, diréis. 40 años sin ese gallego del demonio que parecía hablar con un silbato en el gaznate. 40 años de democracia, o de un mal intento de ello. 40 años de libertad. Desde esta perspectiva moderna, en efecto, parece ser que el 20 de noviembre parece un felicísimo día. Mucho más si encima, este año, cae en viernes. Bendito sea.
No obstante, el deceso de Paquito no es el único evento que ha tenido lugar un 20 de noviembre. Sí, ya sabéis a lo que me refiero. O deberíais, pues fue el año pasado. Y es que tras haber recorrido Egipto junto a Moisés, haber compartido pan con Jesucristo, haberle comprado unos terrenos al Moro Muza, haber formado parte del Gobierno de Felipe II y haber conseguido detectar el frío del suelo con los pezones, nuestra amada María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, más conocida como la duquesa de Alba, encontró el descanso eterno el día 20 de noviembre de 2014. Puede que mi hipérbole sea excesiva, y quizás lo de Egipto no sea más que un embuste, un rumor desafortunado, pero yo pensé que esta momia era eterna. Pero no. El ufano 20 de noviembre no entiende de clases. Y tanto se lleva a un dictador como a un vejestorio de sangre azul.
La guerra civil española tampoco se libra del influjo del 20 de noviembre. Tal día como hoy, en el año 1936, fallecía Buenaventura Durruti, héroe anarquista español, y era fusilado Jose Antonio Primo de Rivera, Jefe Nacional de la Falange Española y personaje mitológico del franquismo. Vamos, que en este caso, nuestro curioso día 20 de noviembre repartió alegrías a ambos bandos de la guerra. O pena, según se mire. En cualquier caso, resulta sorprendente que todos estos eventos tuvieron lugar, precisamente, tal día como hoy, pero en años diferentes.
Hay algunos eventos un tanto desgraciados que también ocurrieron en 20 de noviembre, pero vamos, no hemos de tenerlos demasiado en cuenta. Que el 20 de noviembre de 1978 naciera Fran Perea o que el 20 de noviembre de 2011 ganara las elecciones Mariano Rajoy no son más que insignificantes defectos de una fecha fetén. Pequeñeces sin importancia. Corramos un estúpido velo.
Y vamos, no vayamos a pensar que la historia del 20 de noviembre en España se limita a los siglos XX y XXI. En absoluto. Su legendaria influencia ha traspasado los años, las décadas y los siglos, y ha recorrido no sólo nuestro territorio peninsular. Incluso ha llegado a cruzar el charco.
En este país tenemos el dudoso placer de pensar que nuestra historia es más sangrienta, más oscura, más salvaje y, en definitiva, más infame que las de otras naciones. Es propio de ciudadano español pensar que su modus vivendi, historia e idiosincrasia es notablemente inferior en comparación con los avanzados, listos, guapos y racionales países del resto de Europa. Esto puede tener una lógica explicación en la vergonzante tarea de apropiación de los símbolos nacionales que realizó el casposo franquismo y el natural recelo que la actual España siente hacia aquello. Todo ello también puede encontrar explicación en la depresión nacional derivada de los hechos de 1898, momento en el que España descubrió que había pasado de ser una potencia temible a una península pobre, rota y ajena a los avances del siglo XIX. Y en parte, es cierto. Todavía nos dura esta influencia. Igual que tenemos interiorizada la maldita leyenda negra propagada por los perros ingleses, que consiguieron minar nuestra moral a costa de falacias, exageraciones y mala prensa. Explicación histórica tenemos, desde luego.
No obstante, estos tres motivos de pesimismo endémico español no nos conducen a ninguna parte. Igual que la fecha que conmemoro en el presente artículo, España tiene eventos desgraciados, pero ello no debe hacernos olvidar acontecimientos felices, momentos en los que ser español no representó una carga, sino un orgullo. Yo no soy nacionalista, no me cansaré nunca de repetirlo, pero si bien considero que el nacionalismo es una lacra por su exceso de exaltación de lo propio, el pesimismo nacional es una lacra por su defecto. Yo siempre abogo por el patriotismo. Por amar las cosas en su justa medida. Por dar a cada cual lo que se merece. Lo justo.
El descubrimiento de América es uno de esos eventos que, en función del prisma que utilicemos, veremos como un evento deplorable. Prueba de ello son las numerosas apelaciones que realizan algunos sectores de la sociedad en referencia al colonialismo español, a la esclavitud de los pueblos indígenas y al sometimiento de otras culturas. Y, en parte, estas críticas, que en ocasiones rozan el disparate por lo enardecido de sus planteamientos, en el fondo entrañan cierta dosis de realidad. Hubo colonialismo. Hubo esclavitud. Y hubo sometimiento. Si bien es una necedad juzgar eventos pasados con nuestros actuales parámetros morales y políticos, hay hechos que no se pueden negar.
No obstante, estas críticas, aunque recojan parte de la verdad, no recogen toda la verdad. Normalmente suelen ser críticas interesadas, por lo que únicamente utilizan aquellos hechos o eventos que favorecen su discurso, omitiendo otros datos que, cuanto menos, les harían rebajar su tono. Y es que, si bien no existieron unos Derechos Humanos Universales hasta el año 1948, que en ocasiones más parecen una declaración de intenciones que unos verdaderos derechos oponibles frente al poder, y no se abolió la esclavitud en Estados Unidos de América hasta el año 1865, Carlos I de España y V de Alemania creó el primer instrumento legal que abolía la esclavitud en los territorios de España y garantizaba la indemnidad de los indios.
Este hecho, cuyo conocimiento se encuentra al alcance de cualquiera que disponga de un ordenador con conexión a Internet, es voluntaria o involuntariamente omitido cuando se habla de la pérfida conquista de América por parte de España. Ello no justifica las atrocidades que se hicieron, ni pretende limpiar de sangre nuestras históricas botas, pero ofrece una visión menos parcial y más cercana a lo que realmente hizo España en el continente americano. Y nada mejor para mostraros la bondad de estas disposiciones legales leer un extracto del estas Leyes Nuevas de España, promulgadas por el creciente imperio español el día 20 de noviembre de 1542:
“En la gran ciudad de Temistitán México de la Nueva España, veinte días del mes de Noviembre, año del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo de mill e quinientos e cuarenta e cuatro años (…) Don Carlos, por la divina clemencia, Emperador semper augusto, Rey de Alemaña, Doña Juana su madre, y el mismo Don Carlos, por la gracia de Dios, Reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Secilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, (…) habiendo sido informado de la necesidad que había de proveer y ordenar algunas cosas que convenían a la buena gobernación de las nuestras Indias, y buen tratamiento de los naturales dellas, y administración de nuestra justicia, con mucha deliberación y acuerdo mandar hacer sobre ello ciertas ordenanzas:
- Nuestro principal intento y voluntad siempre ha sido y es de la conservación y abmento de los indios, y que sean instruidos y enseñados en las cosas de nuestra santa fe católica, y bien tratados, como personas libres y vasallos nuestros, como lo son; encargamos y mandamos a los del dicho nuestro Consejo tengan siempre muy gran atención y especial cuidado, sobre todo de la conservación y buen gobierno y tratamiento de los dichos indios, y de saber como se cumple y ejecuta lo que por Nos está ordenado y se ordenare para la buena gobernación de las nuestras Indias, y administración de la justicia en ellas, y de hacer que se guarde, y cumpla y ejecute, sin que en ello haya remisión, falta ni descuido alguno (…).
- Porque una de las cosas más principales en que las abdiencias han de servirnos es en tener muy especial cuidado del buen tratamiento de los indios y conservación dellos, mandarnos que se informen siempre de los excesos y malos tratamientos que les son o fueren hechos por los gobernadores o personas particulares, y cómo han guardado las ordenanzas e instrucciones que les han sido dadas y para el buen tratamiento dellos están hechas; y en lo que se oviere excedido o excediere de aquí adelante, tengan cuidado de lo remediar, castigando a los culpados por todo rigor conforme a justicia (…)
- Ordenamos y mandamos que de aquí adelante, por ninguna causa de guerra ni otra alguna, aunque sea so título de rebelión, ni por rescate ni otra manera, no se pueda hacer esclavo indio alguno, y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la corona de Castilla, pues lo son (…)
Así son leídas, pregonadas e publicadas esta provisión e ordenanzas de S. M., todas a la letra, sin faltar ninguna dellas, por voz de Hernando de Armijo, pregonero público en altas e inteligibles voces: testigos Gonzalo Cereso e Juan de Sámano, alguaciles mayores de corte e ciudad, e D. Luis de Castilla, e Juan de Cuevas, e Juan Sánchez, alguacil, e Hernando de Herrera, relator, e Miguel López, escribano del cabildo, e otras muchas personas. En fe de lo cual lo firmé de mi nombre.”
Si bien es cierto que esta abolición de la esclavitud no era absoluta, y que las condiciones de los indios no eran precisamente las mejores, fueron unas leyes fundamentales en la historia de España por su humanidad y, sobre todo, por su modernidad. Sorprende que en épocas tan tempranas, fueran reconocidos estos derechos a personas sujetas al derecho de conquista. Que se lo digan a esos perros anglosajones.
El 20 de noviembre. Un gran día.
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